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El secreto que guarda el ADN aymara

El secreto que guarda el ADN aymara

La hipótesis de Rothhammer es que el grupo genético hoy más abundante lo es porque está mejor adaptado a la altura.
En las últimas décadas, la provincia de Parinacota, así como otras zonas del altiplano, se han ido despoblando, con su población autóctona atraída por las luces de la ciudad.
Sin embargo, las alturas andinas no han perdido su atractivo, por el contrario, en muchos casos está aumentando.
Entre los responsables está la minería. Con muchos de los principales yacimientos metálicos agotándose o con un horizonte de explotación de pocos años más, la búsqueda de nuevos minerales avanza cada vez más arriba.
Así, hoy ya no es extraño que haya faenas mineras a cuatro mil metros de altura o incluso más arriba.
Esto ha hecho que la medicina de altura sea una disciplina en alza, ya que la adaptación del organismo humano para mantenerse a esa altitud y con mayor razón si se trata de desempeñar un trabajo, es complicada.
Empresas mineras, agencias de turismo y fuerzas armadas tienen gran interés en los mecanismos que permiten al ser humano vivir en las difíciles condiciones de la altura.
Entre estas las más conocidas son la baja proporción de oxígeno en el aire enrarecido y la baja presión atmosférica, pero hay otras que también complican la vida humana, como la alta radiación ultravioleta, las radiaciones cósmicas menos atenuadas por la atmósfera más delgada sobre las cabezas de sus habitantes, la baja humedad ambiental y las variaciones extremas de temperatura entre el día y la noche.
La respuesta la podrían tener los habitantes de Parinacota en lo más profundo de su ser o, más específicamente, en su ADN.
Así lo cree el genetista Francisco Rothhammer, investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y desde agosto, del Instituto de Altos Estudios de la Universidad de Tarapacá.
El científico fundamenta esta hipótesis en datos de larga data, tan antiguos como ocho mil años antes del presente.
Durante varias temporadas él ha estado extrayendo material genético de las momias del Museo San Miguel de Azapa, para determinar las características de su ADN y ver cómo este ha ido variando a lo largo de los siglos entre los habitantes de esta zona, incluyendo los de hoy en día.

GRUPO EXITOSO
Uno de sus hallazgos es que hay un grupo que ha sido más exitoso que el resto.
Según explicó, entre los indígenas americanos se identifican cuatro grandes grupos genéticos o haplotipos, identificados con las letras A, B, C y D.
Estos cuatro están presentes desde hace ocho mil años en la zona de Arica y Parinacota, pero curiosamente tres de ellos, A, C y D han ido disminuyendo a lo largo de los milenios, mientras que el B ha ido sostenidamente en aumento.
Así, hoy el 63 por ciento de la población aymara en esta zona corresponde al grupo B y el 37 por ciento restante se divide entre los otros cuatro grupos.
La razón de este fenómeno, según Rothhammer, puede ser que ese grupo esté genéticamente mejor preparado para vivir en condiciones de altura, lo que ha hecho que su población haya crecido sostenidamente, mientras la de los otros grupos aumenta a una tasa mucho menor o incluso disminuya.
Para comprobarlo, el profesor Rothhammer, en un proyecto conjunto con el médico e investigador de la Universidad de Chile Aníbal Llanos, efectuarán un estudio en el que seguirán la pista de los nacimientos de niños de familias aymaras, para ver si los hijos de parejas pertenecientes al haplogrupo B que hayan pasado su gestación principalmente en zonas de altura tienen un mayor peso al nacer. Este factor es considerado por los investigadores como un buen predictor de la salud de los menores y de sus mayores posibilidades de sobrevivir la infancia en buenas condiciones.

MUESTRAS
Esto requerirá un análisis genético de la mayor cantidad posible de madres gestantes de origen aymara y de sus parejas, trabajo en el que contarán con el apoyo del Hospital Doctor Juan Noé.
Afortunadamente, dijo Rothhammer, las técnicas de extracción de ADN han mejorado tanto, que basta una pequeña muestra de mucosa bucal, obtenida frontando un algodón contra la cara interna de la mejilla, o un bulbo piloso, que se logra arrancando un pelo con cuidado, para que salga con raíz.
Esto hace que el procedimiento sea rápido, cómodo y prácticamente indoloro, lo que facilita la colaboración de la población.
Confirmar que ese grupo de la población efectivamente tiene una predisposición genética para adaptarse a las condiciones de altura sería el primer logro del estudio de Rothhammer y Llanos.
Una segunda etapa sería determinar cuáles son los genes o grupos de genes que entregan esa protección y cómo lo hacen.
Los efectos prácticos que esto tendría, manifestó Rothhammer, es que permitiría elaborar perfiles genéticos de adaptación a la altura.
"No se trata de modificar el genoma de una persona para hacer que se adapte a la altura, porque eso es muy complicado y puede tener efectos inesperados, pero podemos hacer un análisis genético de un individuo y saber si esa persona se va a adaptar bien a la altitud, si lo le va a costar más o si es mejor que no suba, porque es peligroso para él".
Para desarrollar esta investigación Rotthhamer presentó un proyecto al Fondecyt, pero incluso si no resulta favorecido, afirmó que es tan importante que lo desarrollarán igual.
http://www.estrellaarica.cl/prontus4_nots/site/artic/20061210/pags/20061210081727.html

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